La inmensa mayoría de las veces tendemos a buscar la perfección en las cosas, sin pararnos a ver de verdad; miramos, pero no apreciamos.
En el día a día abundan los pequeños detalles, esos que a nuestros ojos pasan desapercibidos.
Ni siquiera nuestros recuerdos nos sirven de guía.
A mi me vienen a la cabeza los de la niñez, cuando un vestido nuevo era algo demasiado especial para explicar con palabras. Supongo en él mucho esfuerzo y sacrifio, pero la recompensa que a mi me daba lo pagaba con creces, esa ilusión que jamás se ha ido, sentirte especial más allá de lo material, transportarte a otra dimensión viviendo una sensación de ser otra, viendo la belleza en tu propia persona.
Si. Definitivamente siempre he adorado los vestidos de muñecas.
Os dejo mi versión del petit robe de poupèe para la etapa adulta, auténticas joyas que apreciaremos a simple vista.
Feliz Martes!!
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